¡Léeme en tu idioma!

English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

this widget by www.AllBlogTools.com

sábado, 22 de septiembre de 2012

Un regalito Dimathiano

Hola dimathian@s!

¿Qué tal comienza el día de hoy?

El mío empezó muy bien, salí de mi casa muy sonriente gracias a mi compi y amiga Dianna M. Marqués. Y el motivo os le cuento ahora.

Es una gran persona y escritora, pero también una magnífica correctora, que me ha puesto las pilas en lo que a la novela se refiere. Llevamos trabajando duro mucho tiempo para que la reedición de Dimathian sea estupenda.
Estoy muy contenta de haberla contratado como correctora, pues creo que el trabajo ha sido duro pero está mereciendo la pena.

Y como quiero compartir con todos vosotros y vosotras esta felicidad y alegría que siento, os hago un regalo.
Os pongo el nuevo prólogo.







Galaxia Dimán…
El planeta, Dimathian, era un lugar en relativa paz dividido en cinco grandes reinos: Agolán, Mitarán, Lendarián, Adopalán y Oscorán. Estos reinos formaban un amplio continente que estaba rodeado por una descomunal cadena montañosa, que los separaba de Dimilian, que resultaba desconocido para todos los dimathianos, no sabían si había tierra, mar, o incluso si había alguna forma de vida. Parecía imposible de traspasar, ni tan siquiera con magia. Aquella enorme y monstruosa barrera natural se conocía como Shantú. Sin embargo, había diferentes pasos que atravesaban el muro, pero, debido a lo peligroso que era aventurarse al otro lado, se encontraban vigilados por una guarnición compuesta de varios soldados y un mago, de esa manera, lograban evitar que locos aventureros se adentrasen en Dimilian.
Entre la población de los reinos, se conocían cientos de historias que dieron paso a leyendas, en las que los magos más osados, que se habían aventurado a cruzar al otro lado, o bien no regresaban o si lo hacían, volvían fuera de sí y hablando sobre algo llamado El Vacio.
Todos los reinos eran bastante amplios y sus habitantes vivían en casas colindantes a los castillos. Las pequeñas casitas, eran construcciones de piedra, pero de gran belleza, en las que sus habitantes se guarecían y vivían en paz. Era cierto que en Agorán las construcciones tenían ciertos elementos relativos al agua, les gustaba rendir culto a ese recurso que bañaba sus tierras, realizando dibujos, mosaicos o pequeños monumentos con forma de gota de agua, ya que Agolán estaba situado a la orilla del Mar Lianún disponiendo del puerto más importante del planeta, y cuyos habitantes eran grandes marineros y pescadores.
De igual manera, en Mitarán hacian honor al desierto, cosntruyendo casas más consistentes para protegerse del calor y sequedad del entorno, ya que las tierras de Mitarán eran vastas extensiones desérticas, de las cuales sus habitantes habían aprendido a sacar los recursos necesarios para sobrevivir y comerciar con los otros reinos.
La belleza de las casas los reinos de Lendarián y Adopalán era debiada a que estaban bañados por los frondosos y majestuosos bosques de Dimathian que llegaban hasta el gran Mar, llenándolos de vida y convirtiéndolos en los reinos más envidiados por la fertilidad de sus tierras.
En cuanto a Oscorán el último y más temido de los reinos,  se encontraba situado en el Valle Negro rodeado por cadenas montañosas, que lo aislaban de los otros cuatro reinos. Sus habitantes, compuestos por magos de la peor calaña que fue expulsada y repudiada por el resto de reinos, eran los más peligrosos de todo el planeta.
Sin embargo, todas tenían un punto en común, ya que siempre trataban de poblar zonas cercanas a los castillos, pues servían de protección a la realeza y los propios habitantes se sentían protegidos por los guerreros de los castillos.
Los habitantes del planeta Dimathian, estaban divididos en dos sociedades, formadas por los grandes magos, que estaban considerados como los más poderosos de su galaxia, y la clase media, humanos que tenían tratados con ellos para poder vivir en armonía, a pesar de esa diferencia de Clase social todos vivían juntos en los poblados, aprendiendo mutuamente unos de otros. Coexistían en simbiosis para aportarse un beneficio mutuo. Desde siempre los Dimathianos se interesaron por el más mínimo de los cambios en la naturaleza y el entorno; y en su afán por el conocimiento, llegaron a crear un portal mágico que les permitía transportarse a otros puntos del universo, pudiendo explorar nuevos planetas y descubrir distintas formas de vida.
La vida de todos ellos transcurría plácida y tranquila, gracias a los pactos firmados por los monarcas de los cuatro reinos de Agolán, Mitarán, Lendarían y Adopalán. Sin embargo, de vez en cuando surgían pequeñas rencillas entre los habitantes de los distintos reinos, principalmente eran conflictos entre algún mago y algún humano que presumía de poder vencerlo aún a pesar de su falta de poderes, pero que no llegaban a ser tan importantes como para provocar una guerra.
Sin embargo Ozael, sumo monarca de Oscorán, el último y quinto reino, pretendía convertirse en el gobernante de todo Dimathian y junto con sus súbditos, trataba de romper la frágil paz existente entre los otros cuatro reinos.
En un intento por combatir los planes del rey de Oscorán, el resto de reyes, decidieron enviar magos a todos los rincones del universo para buscar más aliados e instaurar la magia en otros mundos. Ozael desconocía la ubicación exacta del portal mágico, construido por los reinos vecinos, lo cual propició que él mismo construyera su propio portal en sus dominios, enviando a sus magos a otros mundos a combatir a sus enemigos.
En su búsqueda frenética de aliados contra Ozael, varios magos llegaron a un planeta que había visto la reciente llegada del ser humano. A su llegada lo vieron grande, majestuoso, con buenos y amplios bosques poblados de animales, enormes mares y ríos; lo cual hacía que fuese el lugar ideal para la instauración de la magia y la consagración de nuevos magos. Con lo que decidieron asentarse en él y lo llamaron
Tierra.
 
Era cuaternaria, periodo del pleistoceno…
Los glaciares habían cubierto la cuarta parte de la superficie terrestre y el clima era muy frío. Una era en la que apareció el hombre, que convivía con animales feroces y corpulentos como el mamut, el mastodonte y el famoso tigre Dientes de Sable, entre otros. Su aspecto era semejante al de los simios, como lo demostrarían las mandíbulas y otros restos encontrados en épocas posteriores.
A su llegada a la Tierra, los magos construyeron otro portal, que les permitiese mantener el contacto con Dimathian. Necesitaban asentarse cuanto antes e instaurar la magia, creando una nueva orden de magos listos para la batalla, en caso que estallase una guerra en su planeta. Sólo había dos maneras de engendrar un mago. Un bebé nacido de la unión de dos magos, o un bebé nacido de la unión de, un mago con otro ser humano.
 
La vida en el planeta Tierra fue evolucionando, y con ella la sociedad humana y su inteligencia. Al principio los magos fueron bien recibidos y aprovecharon sus grandes dones para mejorar la calidad de vida de los humanos, pero pronto se les tachó de rarezas y todo el que demostraba cualquier tipo de poder era brutalmente asesinado. Con el paso del tiempo, fueron muy pocos los que quedaron con vida. Los magos intentaron conservar su cultura y su portal, para poder contactar con Dimathian. Sin embargo, tuvieron que camuflarlo mediante magia, dentro de una cueva y rodeándolo de formaciones rocosas, con el fin de protegerlo de las futuras generaciones, evitando así perder la única manera de regresar a su amado planeta.
 
Con el paso de los años, la magia se fue perdiendo poco a poco y los magos prácticamente se habían extinguido, transmitiendo su sabiduría de generación en generación. Así fue como el secreto de la cultura de Dimathian se fue perdiendo con el paso del tiempo…
Siglos y siglos después la magia casi había desaparecido y en la época actual, año 2012, los que se interesaban por ella lo hacían a hurtadillas, así que los apasionados de aquel arte no tenían demasiadas opciones de ser ellos mismos.
Habían pasado muchísimo tiempo desde la llegada de los Dimathianos a la Tierra y Dimathian continuaba enfrentada. La alianza entre los cuatro reinos estaba consolidada de forma definitiva, pero cada día les costaba más derrotar a las huestes de Oscorán y por eso aquella reunión era de vital importancia. En el claro donde se encontraba el portal, se hallaban Esdras rey de Adopalán; Guido rey de Mitarán; Nahum rey de Lendarián; y Anieli rey de Agolán.
Guido, un monarca joven y de pelo rubio, observaba con sus grandes ojos verdes a los otros tres monarcas con gesto preocupado. Veía cómo  Aneli tan joven y vigoroso estaba a punto de perder los nervios por la situación en la que se encontraban, y eso no era normal en él, no se podía ver la expresión amable de esos ojos marrones que siempre había en su rostro. Pero Esdras estaba demasiado calmado a su parecer. Tal vez creía ver tranquilidad en su rostro al tener esa expresión aniñada por sus enormes ojos azules y su pelo largo y castaño que le seguían otorgando esa expresión animada y aniñada.
Su vista se desvió hacia  Nahum que se hayaba de pie apoyando la mano en un árbol. Era un hombre alto, cercano a los cuarenta años, con el pelo castaño y largo.  Su ligera barriga se dejaba entrever entre sus ropas, mientras se pasaba la otra mano por su pelo y su barba con nerviosismo. Las cosas se estaban descontrolando demasiado y los cuatro monarcas lo sabían. Algo debían hacer y rápido antes de que las cosas no tuvieran  remedio, pero no era fácil tomar ninguna decisión sin poner en peligro a sus habitantes y guerreros.
− ¡Esto no puede seguir así! —Gritó Nahum.
− ¿Crees que no nos damos cuenta? —Intervino Guido.
− ¿Y qué vamos a hacer? —Preguntó Anieli con preocupación—. Dicen que los está entrenando… nosotros no tenemos magos tan poderosos.
− Debemos mantener la calma —Dijo Esdras tratando de calmar los ánimos.
Anieli miró sorprendido a su colega.
− Esdras ¿Cómo puedes estar tan tranquilo cuando Oziel puede ganarnos con sus nuevos magos?
− Ya se nos ocurrirá algo para combatirle. Pero el nerviosismo no nos ayudará —Comentó relajadamente.
Los monarcas se miraban incrédulos ante la pasividad de Esdras, que había comenzado a pasear de un lado a otro con el rostro pensativo.
− ¿Alguna idea? —preguntó Guido al cabo de un rato.
− Hace tiempo que enviamos magos a otros planetas para instaurar nuestra cultura y formar nuevos magos —comenzó a explicar el monarca, mientras veía como sus acompañantes asentían con la cabeza—. Creo que ha llegado la hora de reclamar su presencia. Mandemos mensajeros a esos planetas para avisarles de lo que sucede en Dimathian y que se unan a la batalla.
Pasaron un par de días desde que los cuatro reyes se reunieron y ahora se encontraban en el mismo claro, acompañados por los mensajeros que irían en busca de sus aliados.
− Todos tenéis bien claro cuál es vuestra misión —la voz de Esdras sonaba potente y clara en el lugar—. Partid y que Lia os proteja y guie vuestros pasos.
Dicho esto, los hombres y mujeres que se ofrecieron para cumplir aquella tarea, comenzaron a cruzar el portal hacia sus distintos destinos.
Días después, comenzaron a regresar a Dimathian varios de los mensajeros. Algunos volvían heridos, pues les habían atacado en lugares donde se odiaba la magia. Otros regresaban con un pequeño número de magos dispuestos a colaborar con ellos. Varios mensajeros no consiguieron averiguar nada de lo que les sucedió en algunos lugares, y de la última pareja que quedaba, y que enviaron al planeta Tierra, regresó solamente uno de ellos para traer un mensaje.
− Mi señor, en la Tierra es difícil dar con ellos —Esdras escuchaba con suma atención al hombre que tenía delante—. Sus habitantes desprecian y se ríen de la magia, con lo que, los pocos magos que puedan quedar se encuentran bien escondidos.
Guido miró a Esdras con preocupación.
− Ahora he de marcharme —Prosiguió el mensajero—. Mi compañera me está esperando.
− De acuerdo. Ve con cuidado y que Lia os proteja —Pronunció con seriedad
Esdras.
− Gracias, mi señor.
El planeta Tierra les había resultado muy curioso. Tiempo después de haber enviado a magos allí, empezaron a estudiar ese lugar tan peculiar para ellos. Decidieron familiarizarse con sus idiomas y sus costumbres, gracias a su sed de sabiduría y conocimiento, decidieron hacer libros con los diferentes idiomas, para transmitir a los aprendices comosaciar su curiosidad y aumentar así su conocimiento. Por supuesto hicieron lo mismo con el resto de planetas que visitaron.
Los eruditos se percataron de que con el paso del tiempo en varios de los lugares las costumbres, credos, ropajes y formas de vida iban evolucionando y cambiando, en ocasiones para asegurar una vida más cómoda y confortable. Aunqueno todos los planetas evolucionaban con la misma rapidez.
Además cada vez que se marchaban para estudiar La Tierra, debían adaptarse a sus costumbres y ropas para pasar desapercibidos, por su propia seguridad.


¿Qué os parece? Como se puede ver, más o menos está la misma información, pero de otra forma. Aunque es cierto que hay algunos datos nuevos. Espero y deseo de todo corazón que os guste, porque estoy trabajando muy duro con Dianna para que el resultado sea muy bueno!

Me gustaría saber vuestra opinión, siempre con respeto. Si no os ha gustado, querría saber cuáles son las cosas y las razones.


Un besote

No hay comentarios: